viernes, 19 de abril de 2013

Capitulo 11 – Primera despedida.


 
Ya casi podíamos ver los pequeños muros del aquel de pueblo, unos muros de madera, más que muros parecían una serie de palos colocados en orden y con una ligera inclinación. La verdad, no creo que ese muro resistiera mucho, por lo menos a un ejército de hombres, como mucho resistiría una embestida de una manada de sawicki (si, esos animales parecidos a los cerdos pero con unos colmillos grandes).
Sin duda alguna, parecía ser un pueblo tranquilo, sin problemas, sin necesidad de crear grandes muros para rechazar alguna fuerza enemiga,… a no ser que la fuerza enemiga ya estuviera dentro. Pero creo que a nosotros en ese momento no nos interesaba, además ¿Quién era para nosotros la fuerza enemiga? ¿A quienes deberíamos evitar? Realmente conocíamos poco acerca de la guerra que, obviamente, se estaría desatando.
Ni sabíamos que pasaba detrás del horizonte, y la verdad, no nos interesaba. Ahora no.
El cansancio nos impedía entablar una conversación unos con otros, creo que en lo único que nos concentrábamos era en que el pueblo estaba cada vez más cerca.
Hasta que llego el momento en el que no podíamos estar más cerca, porque ya estábamos allí.
A decir verdad, habríamos dicho que era un pueblo que estaba abandonado, no habíamos visto ningún humo de algún fuego salir de ninguna de las casas, como tampoco se escuchaba ruido o alboroto dentro del pueblo. Hubiéramos pensado que estaba deshabitado si no llegar a ser por un hombre que entro en el pueblo con un carro. Transportaba algún tipo de cajón de madera bastante grande. Solo pudimos intercambiar unos “Buenos días” pero ni a esas el hombre respondió.
Entramos en el pueblo, buscamos con la mirada una posada, o taberna, o algún lugar en el que nos pudieran ofrecer un poco de agua, pero no encontramos nada.
Solo casas, casas de granjeros. O al menos en mi pueblo las casas de los granjeros tenían esa forma.
Buscamos por varias calles del pueblo, para poder hablar con alguien, pero no encontramos a nadie.
Ya casi cuando habíamos perdido la esperanza de que en aquel pueblo habitasen personas, cuando vimos un gran edificio, este no era una casa, o taberna, o almacén. Parecía más bien un Templo. O al menos eso decía Eresh. A mí solo me parecía un edificio grande que también estaría vacio.
Nos acercamos a él, y la verdad, no parecía estar vacio, en el interior resonaba la voz de un hombre. Justo antes de entrar, la puerta se abrió, y salió un hombre, no muy mayor, quizás tendría unos diez años más que nosotros.
Eresh se acerco a preguntarle al hombre.
- Hola buen señor, ¿Podría decirnos por qué esta el pueblo tan deshabitado?
El señor levanto la cabeza de una manera muy nerviosa para mirarnos, no creo que se hubiera dado cuenta de que estábamos allí.
- Buenas días tenga también usted, aunque algunos de los que están ahí dentro han tenido días mejores, créame – Contesto el hombre, de una manera bastante nerviosa - ¿Cómo no lo saben? Por lo que parece no sois de por aquí,…
Parecía que aquel hombre no tenía disposición a contestar, puesto que volvió a fijar su mirada al suelo e hizo el intento de intentar salir rápidamente de allí, parecía que huía de algo.
 - ¿Podemos saber al menos cual es su nombre señor? – Pregunto Lavfy.
- Oh si, por supuesto, cuando queráis, vivo a un par de millas dirección oeste del pueblo.
Y sin decir una sola palabra más el hombre se fue, rápidamente, con la mirada al suelo, y como había dicho, se fue dirección oeste.
- Que señor mas raro la verdad – Comenzó a decir Irayde – Podríamos entrar para ver qué ha pasado, o de que estaba huyendo este hombre.
- Si entremos – No quería entrar para saber que pasaba, solo quería un poco de agua, y tenía la esperanza de que allí habría un poco.
Abrimos la gran puerta pesada, entraron primero Lavfy e Irayde, y a continuación Eresh, y por ultimo yo.
Dentro había un pequeño grupo de personas, quizás unas treinta, más o menos, y delante un hombre hablando, la verdad es que no escuche que es lo que decía ni me puse a prestarle atención.
Solo me fije en lo que había detrás de él. Varias cajas de madera de arce o pino, con unas decoraciones bastante bonitas.
Eso no era una simple reunión, era un entierro.

 

Esperamos hasta que terminase lo que estaban celebrando, o llorando. No tardaron mucho en acercarse a nosotros algunas personas del pueblo a saber quien éramos y que hacíamos allí.
- Hemos venido de viaje, - comencé a contarles -  venimos de tierras lejanas, buscamos otra forma de vida.
Parecía que esa escusa a la gente le parecía correcta, pues no buscaban ademan de indagar si metíamos o no.
Ya solo quedaban un par de personas, que por su formar de expresarse y su pose, parecían que eran personas importantes dentro del pueblo. Tardaron en venir a hablarnos, pero al final, cuando ya solo quedábamos nosotros, ellos vinieron a interrogarnos.
- Buenos días señores, ¿qué se les ha perdido por mi pueblo? – Su tono era bastante autoritario, había tres hombres, pero de los tres solo hablo uno de ellos, el que entendimos que era el alcalde del pueblo, así que por ahora lo llamaremos alcalde.
- Vinimos al pueblo buscando algo de beber y poder llevarnos a la boca – contesto Eresh – solo estamos de paso.
Eso no era mentira, pero ellos nos miraron como si que lo fuera.
- Os ofreceremos un vaso de la mejor rika y un plato de comida, y si vienen cansados, hasta una cama.
-Muchas gracias señor - volvió a contestar Eresh, parecía una conversación entre él y el alcalde – perdone la pregunta, pero, ¿Qué ha pasado aquí? He visto al menos tres ataúdes y esto solo puede pasar a causa de un accidente.
- Se acerca a la verdad señor, la causa de la muerte de estas personas no ha sido por algo natural, pero también he de decirle que no fue un accidente. Los accidentes no se pueden remediar, pero esto si se pudo remediar.
- Sentimos mucho la pérdida de estas personas para ustedes.
- Nosotros también, algunas de ellas llevaban poco tiempo por aquí y eran jóvenes, y ellos no han tenido la culpa de sus muertes, pero no es momento ni lugar para hablar de ello – Tono parecía como enfadado.
- Lo siento mucho señor – Eresh hizo el gesto de agachar la cabeza.
-Vallamos a mi casa, allí les ofreceré un buen vaso de rika, y me contaran la verdad, ¿Qué tipo de viajeros viajan sin equipaje? ¿Y por que viajan con esa ropa tan sucia? – El hombre no tenía pinta de ser nada tonto – Aquí en el pueblo somos gentes humildes, pueden contar con nosotros.
No le dio tiempo a Eresh a responder nada mas, el alcalde se despidió de los dos hombres que estaban con él y nos dijo que le siguiéramos hasta su casa, que no estaba lejos de allí como nos hizo saber mientras se colocaba por delante de nosotros, al lado de Lavfy con la que empezó a hablar.



Era verdad, no tardamos mucho en llegar a su casa. El día estaba casi a punto de terminar, lo que a la luz solar se refiere, quedaría como mucho unas tres horas de luz, las cuales son las mejores del día, puesto que ni hace calor en los tiempos de verano, ni frio en los tiempos de invierno. Recordaba esos ratos que pasaba sentado en una silla, en la parte de detrás de mi casa, esperando al que el sol se pusiera, contemplando cómo los últimos pájaros buscaban un refugio donde pasar la noche, y como los murciélagos salían en busca de alimento. Curiosos estos animales nocturnos, son realmente temidos por su forma extraña, parecidos a una rata con alas, pero que en realidad son animales muy fieles a ellos mismos. Crean grandes familias que se protegen unos a otros sin importar que les pueda pasar. También así son algunos humanos,… digo son, por que yo no solía ser así. La “Familia”… que recuerdo más raro,… y más desagradable para mí.
Entramos en la casa del Alcalde, y donde también estaba allí su familia, sentada en la mesa del salón principal, estaban su mujer y sus dos hijos, dos chicos de trece y ocho años.
Nos invito a sentarnos y mando rápidamente a su señora que nos trajera algo para beber y los chicos se fueron, supongo que a sus habitaciones. Lavfy, Irayde, Eresh y el Alcalde hablaban, no sé de que, puesto que desconecte mi mente para observar todo lo que había alrededor de aquel salón.
El salón no era muy grande, pero no era agobiante, era muy acogedor. Había una pequeña chimenea haciendo paralelo con la mesa donde estábamos sentados y enfrente de la chimenea dos sillones colocados en ángulo curvado, mirando hacia la chimenea. En las paredes había varias estanterías de libros, una gran cantidad de libros, eran libros gruesos, casi todos de ellos con la portada de cuero y con letras grabadas con fuego encima del cuero.
Me fije poco a poco en cada uno de los libros, y la verdad, no había visto nunca una cantidad de libros igual a aquella, al menos reunidos todos en la misma sala.
No alcance a ver que ponía en ellos, además me haría falta más de tres días para poder mirar uno a uno de que trataban, y también, en que lengua estaban escritos.
Algunos de ellos podrían tener más de cien años, pero por el estado en el que se conservaban, parecía que tenían menos.
Y justo, sin querer, me fije en un libro, uno de ellos, colocado en una estantería que estaba justo a la derecha de la chimenea, no llegue a ver que ponía, pero había un símbolo raro, y no recordaba donde había visto ese símbolo, pero sin duda alguna lo había visto antes.
Pero antes de poder estar un rato mas observandolo, llego la señora del alcalde y trajo las bebidas, y por desgracia, se sentó en la línea de visión entre el libro y yo.
 - Bueno, y,… ¿Cómo os habéis escapado del centro de prisioneros? – Para ser las primeras palabras de la señora, habían sido unas palabras un poco directas - ¿Cómo? ¿No se lo has preguntado cariño? – El alcalde le miro con una mirada muy directa y clavando los ojos en ella – sabemos de donde venís, y no nos importa, aquí sois bienvenidos tranquilos, mi marido os trajo para ver si sois gente de fiar, yo siempre le digo que todos los que se escapan de allí y llegan al pueblo, suelen ser de fiar, pero,… .
Nos quedamos con una cara de asombro increíble. No sabíamos que decir.
- Pues si chicos, - comenzó a decir el alcalde, interrumpiendo lo que estaba diciendo su mujer – sé de donde venís, y como dice mi mujer no me importa que seáis de allí, se con certeza que la gente que acaba allí no es por crímenes, o soldados de guerra cautivos, sois gente de pueblo. Pero sin embargo me gustaría conoceros un poco, saber, al menos, que pensáis hacer ahora.
No sabíamos que íbamos a hacer, le contamos la verdad, estuvimos hablando y contándole lo que nos había pasado hasta ese momento. No paramos de hablar hasta que la luz del sol desapareció por completo.
El alcalde también nos explico el por qué del entierro, que les había pasado para tener que enterrar a tres personas el mismo día.
<< De las tres personas que hoy enterramos, dos habían escapado de aquel centro. Somos muy hospitalarios, así que habíamos dejado que se quedaran aquí, he hicieran de nuevo una vida. Les acogimos en mi casa como a nuestros propios hijos, no tendrían más que cuatro o cinco años más que vosotros. Trabajaron en el pueblo, labrando el campo en las granjas del sur, y la verdad es que durante un tiempo pudieron hacer una vida nueva, y vivir tranquilamente. Pero al poco tiempo de estar aquí, decidieron irse con Itakar, un granjero que no vive en este mundo, quizás su cuerpo si, pero su mente partió hace años, desde que murió su mujer no volvió  ser el mismo. Estuvieron en la granja de Itakar varios meses, y llenaron sus cabezas de ideas raras, y empezaron a volverser un poco locos, como él. Solían venir por el pueblo a comprar o intercambiar cosas, normalmente de alimento. Pero un día llegaron dos guardas del centro de prisioneros, buscándoles, y a pesar de haberse ido con Itakar, les dijimos que se habían ido, que ya no vivían por aquí, pero ellos no nos creyeron, y se quedaron aquí varias semanas, haciendo el caos en el pueblo. Hasta que un día, como otro, vinieron desde la granja al pueblo para hacer negociosos con objetos, y les descubrieron que estaban aquí.>>
La voz del Alcalde dejo de ser autoritaria, para pasar a una voz melancólica, una voz con miedo.
-El resto de la historia ya la conocéis, como venganza por haberles mentido mataron también a una chica del pueblo que intento defenderles. Chicos  - siguió diciendo el alcalde – lo siento mucho, pero he de pediros que os valláis, podéis pasar aquí la noche, pero mañana tendréis que partir. No queremos más perdidas en el pueblo, tenéis que entenderlo, aquí para nosotros sois una amenaza.
Hubo un gran momento de silencio, o quizás no fuese tan grande, pero el tiempo iba realmente lento. “De rechazo en rechazo” fue lo que pensé.
El Alcalde tenía razón, éramos una amenaza indirecta. No quería que sufrieran por nuestra culpa, la verdad es que el Alcalde fue muy generoso con nosotros, con simplemente diciéndonos la verdad.
No sé que estarían pensando Eresh o Lavfy, o Irayde,… pero yo lo tenía bastante claro:
- Creo que lo mejor será que nos vallamos – comencé a decir – y lo mejor será que salgamos cuanto antes mejor, si es verdad lo que decís, y así lo creo, deberían de estar detrás de nuestro rastro, y deberían estar bastante cerca, y no queremos poner en peligro a tu pueblo, ni a tu familia. Partiremos ahora mismo.
- Si – Comenzó Eresh a decir – Saldremos ahora, así les sacaremos ventaja, iremos hacia el norte, allí tengo familia, o al menos eso espero.
- Gracias por ser tan comprensivos – Dijo el Alcalde – Cariño, prepárales algo que se puedan llevar.
La Señora se levanto, y se fue hacia la cocina a preparar algo de comida para el viaje.
Comenzamos a despedirnos del Alcalde, primero las chicas, luego Eresh y por ultimo yo. No podía quitarle ojo a aquel libro, pero ya no lo volvería a ver.
La Señora nos entrego el paquete que preparo, y nos dijo unas palabras de despedida y nos deseo un buen viaje.
Cuando salimos de la casa la noche ya le había ganado la batalla al día. Las estrellas brillaban junto a la luna, que por suerte, nos iba a indicar el camino con su luz.
Comenzamos a salir del pueblo, como Eresh había dicho hacia el norte. Llegamos a la puerta norte, cuando de repente, y no sé por qué, decidí no ir al norte.
- Eresh – Le dije mientras me pare mirando al oeste – Yo iré en esta dirección, quiero saber más de aquel hombre tan raro, no sé por qué me come la curiosidad.
- Pero Rothen, nos pueden coger – respondió Eresh – si el Alcalde tiene razón, no estarán muy lejos de nosotros, quizás a un día de distancia, sin contar que ellos no irán caminando.
- Lo sé, lo sé, créeme que lo sé, pero quiero ir, tu le has dicho al Alcalde que iríamos al norte, lo suyo seria cambiar de dirección.
- Lo siento Rothen, no estoy de acuerdo contigo – el tono de voz de Eresh cambio, ahora se le notaba la tristeza en la voz – Yo iré al norte, quiero saber que ha pasado con mi familia,…
Durante un rato hubo silencio, creo que Eresh esperaba que yo hubiera cambiado de opinión, pero no, quería ir al oeste, y poder ir un día al pueblo a mirar aquel libro.
- Ve al norte Eresh, yo me voy al oeste, ve a ver a tu familia, llévate a Irayde y Lavfy, yo iré al oeste,… pero espero volver a verte.
- Iremos al norte – comenzó a decir Irayde – pero volveremos, como Eresh a dicho no sabemos qué ha pasado allí, si su familia está o no aun allí. Nos iremos un tiempo fuera, pero volveremos, no  tenemos pensado estar tan cerca de la frontera del reino.
- Y yo os esperare – Termine con esto la conversación.
Nos despedimos unos de otros, pero no ese tipo de despedida la cual no tienes esperanza de  volver a ver a la otra persona con vida, si no un “Hasta luego”. Y eso era lo que queríamos que fuese, un hasta pronto.
Abrace a cada uno de ellos, por culpa de Lavfy que empezó a darme un abrazo de despedida.
No soy de largas despedidas, así  que me despedí y cogí camino al oeste, mientras ellos se quedaban allí, mirando cómo me iba sin más, daba la sensación  de que no nos volveríamos a ver, pero no quería pensar de esa manera, no era algo positivo.
Durante el camino me entretuve mirando las estrellas, ¿no creéis que sean hermosas? Son sublimes. Sabía que existían las constelaciones de estrellas, pero no conocía ni sus nombres ni el uso que tenían, pero sabía que tenían uno propio.
Gracias a la luna no me perdí, podía ver perfectamente el camino, y ver a lo lejos que había. Podía ver unas pequeñas montañas a lo lejos, más que montañas parecían montes, no sabría deciros ahora que era, pero viendo la silueta, su forma era redondeada y subían y bajaban como,… bueno dejémoslo que subían y bajaban.
Allí a lo lejos llegue a ver una pequeña casa, no me di cuenta, pero habían pasado quizás una o dos horas desde que comencé a caminar, el tiempo que solía pasar mirando el cielo se me pasaba realmente rápido.
Cuando aún estaba a media milla de la casa, pude ver cómo salía humo de la chimenea, y como había luz dentro de la casa. Era un luz que casi tenía que hacer el esfuerzo para poder  brillar,… yo diría que era la propia luz del fuego de la chimenea.
Me acerque hasta la puerta, y por un momento me lo pensé,… si llamar o no,… no sabía con certeza si era la casa del hombre que había visto en la puerta del Templo,… no sabía quién (o que) iba a salir de allí, y lo peor, como me trataría, si sería un enemigo o un amigo para él.
Sin pensarlo dos veces, bueno en realidad lo pensé unas quince, llame, dando varios golpes a la puerta.
Durante un rato pensé que nadie me iba a abrir hasta que oí un ruido en el interior de la casa, y aquel hombre abrió la puerta,… si, era el mismo hombre que había visto antes.
 - Hola, Me llamo Rothen ¿Te acuerdas de mí? – tenía cara de sueño, creo lo acaba de despertar.
 - Como no me iba a acordar, pasa pasa, como en tu casa, ¿Dónde están tus amigos? Oh que descortés que soy, me llamo Itakar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario